Tradicionalmente, el mundo de la gastronomía y la cocina ha sido territorio de las mujeres, no solo ya en el ámbito doméstico, sino también en las cocinas de los negocios familiares, donde solía ser la mujer la que estaba al frente de los fogones, mientras que el hombre se encargaba de la atención al público. Sin embargo, con la puesta en valor de la gastronomía y el auge de la alta cocina, son los hombres los que acaparan la atención de los focos mediáticos en detrimento de la presencia de la mujer, mucho menor y en puestos de menor responsabilidad.

Hoy en día la proporción de nombres masculinos es aún mucho mayor que la de mujeres, y esto se acentúa todavía más en el ámbito de la alta cocina, donde solo un 10% de los restaurantes con Estrella Michelin están regentados por mujeres. Posiblemente, esto tenga algo que ver con la mayor capacidad de sacrificio que las mujeres tienen para anteponer la vida familiar en detrimento del ámbito profesional, en un sector además que demanda un alto nivel de implicación.

Es mucho lo que debemos a la mujer en su aportación al recetario tradicional, y es que no deja de ser sorprendente el hecho de no ser destacado su papel en la historia de la gastronomía, aun siendo las responsables de preservar el conocimiento culinario durante generaciones cuando no existía formación profesional. En definitiva, es innegable que queda mucho por hacer en materia de visibilidad, igualdad de oportunidades y conciliación para poder así incentivar a las generaciones futuras, pero también es una realidad que estamos en el buen camino.